Tras la muerte de su segundo marido, Antonio María Benavides, Bernarda Alba decide recluirse y guardar rigurosísimo luto, tanto ella como sus cinco hijas. El luto es roto por la llegada de Pepe
el Romano, que pretende a la mayor, Angustias. Si bien es una costumbre real, Lorca lo retrata insinuando que además de ser "un drama de las mujeres en los pueblos de España", tiene también la
intención de documental fotográfico. La obra comienza con la entrada de las sirvientas hablando del despotismo de Bernarda y con la llegada inmediata de esta, confirmando su riguroso trato a
ellas y sus hijas, e imponiendo silencio. Cuando la hija mayor hereda una fortuna grande que atrae a un pretendiente (Pepe el Romano), celos y pasiones se desatan en la casa, desembocando en un
final trágico, el suicidio de la más joven, Adela, quien no quiere someterse a la voluntad de su madre y piensa que su amado fue asesinado por su madre de un disparo. Bernarda finaliza la obra
diciendo que su hija ha muerto virgen, así mostrando su preocupación social, la cual es más importante que la muerte de su hija.
Personajes
Hay que recalcar la mezcla característica de Lorca de los personajes. Por un lado son estereotipos, ya que representan una figura. Pero también tienen detrás su historia, sus sentimientos. Es
necesario resaltar que solamente aparecen mujeres, pues es un drama sobre ellas.
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Bernarda (60 años): Una carga negativa se centra en ella. Es tirana, hipócrita, déspota y blanco de casi todas las críticas de la obra. Su lenguaje es indicativo de su
carácter, así como el uso reiterado de fórmulas prescriptivas. El hecho de que se apoye sobre un bastón es símbólico y representa un báculo de poder. Con su forma de ser, representa también
el orden español estricto y represivo. Su motivación es contar con una reputación perfecta. Basa su honor en un modo de pensar tradicional y rancio. Bernarda es paradójica pues es la más
masculina de todas a la vez que constituye una barrera entre sus hijas y los hombres.
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Angustias (39 años): Es la hija mayor, nacida del matrimonio de Bernarda con su primer esposo. Se piensa casar con Pepe el Romano gracias a su dinero. Aunque es
consciente de ello, le es indiferente, ya que su único deseo es salir de la casa y del poder de su madre. Tras casi 40 años no quedan en ella pasiones ni alegrías.
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Magdalena (30 años): Es la segunda hija de Bernarda y la que más quería a su difunto padre, llegando incluso a desmayarse durante el primer responso de la misa funeral. Está
convencida de que nunca se casará, y habría deseado haber nacido varón. Tanto ella como Amelia han aceptado el poder de su madre con resignación. Representa la aceptación, el respeto a la
autoridad de los mayores y la admiración a la determinación de su hermana menor Adela, capaz de enfrentarse con el orden asfixiante de la casa de Bernarda Alba.
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Amelia (27 años): La tercera hija de Bernarda posee el carácter más tímido y asustadizo de todos. Apenas habla a lo largo de la obra. Ella sigue teniendo una fe inocente en
que el matrimonio debe ocurrir por amor y no por otra razón.
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Martirio (24 años): Es quizá el personaje más complejo de todos. Su madre frustró su boda con el joven Enrique Humanas por ser éste hijo de un gañán. Siente resentimiento y
grandes celos de su hermana menor, ya que ve impotente como ésta atrae a Pepe el Romano. Ha sido quebrada por la autoridad de su madre y es la hija que más sufre por la sobreprotección y
falta de libertad. También es la más fea de todas las hermanas y su motivación es el miedo.
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Adela (20 años): La hija más joven de todas. No está dispuesta a someterse a la tiranía materna y todo en ella es vitalidad. Desafía la moral establecida, llegando incluso a
romper el bastón de su madre, aunque le es imposible vencerla y esto la lleva a un destino trágico.
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La Poncia (60 años): Es la criada principal de la casa. Sería casi de la familia, pues Bernarda y ella se criaron juntas desde la niñez, de no ser por el clasismo imperante.
Es la principal confidente de Bernarda pese al odio que siente por ella. Destaca su habla popular y colorida. Es la antítesis de Bernarda y su conciencia en la obra. Su nombre evoca a Poncio
Pilato, quien pudiendo intervenir decide lavarse las manos en la crucifixión de Jesucristo en la Biblia. Poncia cree que una mujer sin un hombre no es algo natural.
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María Josefa (80 años): La madre de Bernarda es una anciana aparentemente loca cuyas palabras dicen verdades reales y poéticas. Expresa lo que ninguna de las hijas se atreve
a decir: el deseo de libertad, de amor, de maternidad, etcétera. Da una mala imagen de Bernarda, por lo que ésta la mantiene siempre encerrada en el desván. Sus referencias al mar (casarse en
la playa, llevar perlas, etc.) son parte de la imaginería poética de García-Lorca y están relacionadas con el origen de la vida.
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Mujeres 1º,2º y 3º: Son mujeres de pueblo, cotillas y a la vez criticonas y fingen una amistad con Bernarda.
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Pepe el Romano (25 años): En la obra no aparece físicamente en ningún momento, aunque es omnipresente. Es el catalizador de todas las pasiones e iras en la casa.
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Prudencia (50 Años): Amiga de Bernarda
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Criada (50 Años): Es la segunda criada de la casa.
Temas secundarios
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Las apariencias: En toda la obra Bernarda expresa su deseo de que toda la problemática quede en el interior de la casa sin traspasar las paredes de ésta, es así que el autor utiliza
la metáfora del color de las paredes de la casa que es nombrado en la introducción a cada acto, mostrándose blanquísimo en el primero, blanco en el segundo acto conforme se entra a la casa y
finalmente blanco ligeramente azulado en el patio interior de ésta.
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El odio: Las hermanas sin quererlo ni buscarlo se ven encerradas en una casa durante ocho años, en un luto exagerado. Todas ven cómo la única que se salva de este cruel destino es
Angustias, ya que es la hija del primer marido de Bernarda, y encima se lleva al mejor galán del pueblo, con lo que el odio entre las hermanas se incrementa a medida que avanza la obra.
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La envidia: Angustias es el mejor partido de la casa de Bernarda, con lo que Pepe el Romano decide ir a por ella. Adela considera que la mejor cualificada tanto físicamente como por
edad es ella, pero aún así Pepe el Romano se queda con la más rica. Tanto Martirio como Adela envidian lo que le está ocurriendo a su hermana, y Martirio ve cómo, a su vez, Adela está por las
noches con Pepe, así que, poco a poco, se crea un gran conflicto entre ellas.
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El dinero: En esta obra se habla mucho de las clases sociales y por lo tanto del dinero y los bienes de cada uno. El dinero en la casa de Bernarda se centra en Angustias, aunque
podemos considerar que la familia Alba pertenece a la clase media. En la obra hay muchas discusiones por el dinero porque Angustias se lleva al galán más guapo del pueblo solo por su dinero.
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El poder implícito de la jerarquía intrínseca y extrínseca: Dentro de la misma casa de Bernarda, es claramente evidente que existe una jerarquía entre las habitantes del hogar.
Obviamente, por encima de todas queda Bernarda Alba, quien no solo pertenece a la clase alta, sino que también es dueña de la casa. Después de ella, están las cinco hermanas y dentro de este
mismo grupo existe otra escalera jerárquica. Angustias, la hermana mayor, es la heredera de las fortunas del primer esposo de Bernarda, y por lo tanto es la más rica y poderosa de las
hermanas, seguidas por María Josefa, madre de Bernarda. Finalmente, se encuentran las empleadas de la casa, quienes pertenecen a la clase social más baja y sirven a todas las habitantes de
dicho lugar. Esta cadena de poderes es extrínseca ya que la posición que se ocupa es otorgada como resultado de la cantidad de bienes y la abundancia de capital que el personaje tenga. La
otra cadena de poderes es aquella en la que la posición del personaje es independiente de las posesiones de este. Esto se refleja cuando Bernarda está ausente en el escenario, ya que los
personajes presentes se comportan como iguales sin importar su rango social. En estas ocasiones, las posiciones en esta jerarquía se definen por el poder que cada personaje tiene sobre otros.
Por ejemplo, La Poncia se muestra superior a las hermanas en el Acto Segundo cuando demuestra tener ojos por toda la ciudad al advertir a Adela diciendo: "No me desafíes, Adela, no me
desafíes. Porque yo puedo dar voces, encender luces y hacer que toquen las campanas." Como esto demuestra, La Poncia no tiene poder económico, pero esto no le quita la posibilidad de
influir a la sociedad.